Este es un espacio creado para ser una fuente de información sobre temas relacionados con la adolescencia, dirigido a jóvenes, estudiantes, padres de familia y maestros; cuenta con la colaboración académica de la Universidad Tecnológica de México. UNITEC

martes, 17 de febrero de 2015

ADOLESCENTES Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS

ADOLESCENTES Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS
Prescindir de alguna comida del día, bien sea del desayuno o de la cena, es frecuente, sobre todo, entre las adolescentes, como lo es también la tendencia a comer alimentos "light". Su idea de limitar la ingesta de calorías por estas vías les hace pensar, de manera equivocada, que perderán el peso que estiman oportuno para conseguir una figura más estilizada. Otras chicas hacen el proceso de adelgazamiento junto con sus madres, que se arrepentirán durante años de haber comenzado juntas". Seguir dietas de adelgazamiento es uno de los pasos claves para el inicio de un trastorno grave de la conducta alimentaria.
Los adolescentes son el grupo de población entre 12 y 18 años, con unas preferencias alimentarias muy marcadas y, en cierta medida, bastante alejadas de los patrones dietéticos más saludables para esta franja de edad. La práctica común de aligerar las cenas (a base de ensaladas, o sólo fruta o yogur), la tendencia a picotear más que a ingerir una verdadera comida, la preferencia por la comida rápida, el inicio en el consumo de bebidas alcohólicas los fines de semana, etc., son algunos de los hábitos que conforman el día a día de la alimentación. Estas prácticas dietéticas insanas afectan a la sincronización de los ritmos circadianos y predisponen a los jóvenes a desarrollar desde edades tempranas problemas digestivos. Incluso, aumentan el riesgo de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la obesidad.
Conducta alimentaria poco saludable
La principal fuente de información disponible de los hábitos alimentarios y el estado nutricional de la población infantil y juvenil es un estudio llevado a cabo entre los años 1998 y 2000. En él se refleja un modelo de consumo alimentario que parece perpetuarse diez años más tarde. En general, los adolescentes tienen unas preferencias alimentarias muy definidas: prefieren la carne más que el pescado, son ávidos consumidores de leche y derivados lácteos (yogures y postres como flanes y natillas), mientras que la ingesta de vegetales (ensaladas, verduras y frutas) es muy justa, sin alcanzar las cinco raciones diarias recomendadas.

Además, la presencia de alimentos integrales como el pan, los cereales, el arroz o la pasta, es muy escasa en los menús de estos jóvenes. A estas costumbres se suman otras tendencias marcadas por los horarios irregulares de las comidas, sobre todo los fines de semana, la ausencia de alguna de ellas -como el desayuno o la cena- y la ingesta de raciones exageradas de alimentos o de productos poco saludables. Entre otros aspectos que influyen en estas rutinas, destacan:

Seguir dietas de adelgazamiento en la adolescencia es uno de los pasos claves que origina el inicio de un trastorno grave de la conducta alimentaria
El precio de la comida rápida: el coste barato de la "fast food" y de los alimentos precocinados (pizzas, lasañas, croquetas, empanadillas, hamburguesas, perritos calientes y similares) y su disponibilidad casi en cualquier lugar y a cualquier hora, favorece que este tipo de comida resulte muy asequible y apetecible para los adolescentes. Además, aunque la oferta abarca alternativas más saludables, como ensaladas variadas, macedonias de fruta, yogures o alimentos a la plancha, su buena apariencia se esfuma entre los ingredientes extras añadidos, las salsas, las cremas y los siropes dulces de los postres.

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Estos hábitos dietéticos irregulares afectan a la sincronización de numerosos ritmos circadianos, en particular, los relacionados con las funciones digestivas y metabólicas. A largo plazo, se altera la funcionalidad de órganos vitales como el páncreas, el hígado y el estómago. Estas situaciones predisponen a los jóvenes a desarrollar desde edades tempranas problemas digestivos e, incluso, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la obesidad. El momento del día en que se tomen los alimentos y la frecuencia con que se consuman son claves para mantener una buena salud.

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